CORTIJO NUEVO Y SUS LUGARES

Cada lugar de nuestra tierra tiene una historia o algo que contar; eventos acaecidos ahí y la historia de la gente que pisó su polvo, sus llanos o el lodo de una leve, intensa o pertinaz lluvia mojando nuestros pasos que no han sido borrados a pesar del tiempo.

Pozo en la Manga.
Hubo una vez un manantial en este sitio que por los años 60 y 70 fue de aguas abundantes.

Era un ojo de agua a donde se acudía a llenar las ánforas o donde abrevaban las vacas o caballos.
Los mogotes al lado sur eran sembrados de maíz en las terrazas de los ecuaros que en una época, antes de la llegada de los españoles, sirvieron para eso y con toda seguridad que en esa época, ese ojo de agua del que ya no nace, tuvo una importancia fundamental para los asentamientos de esas elevaciones: la de la yácata de la Cruz y las de las calaveras.

Al norponiente de este lugar se yergue, como testigo de un floreciente pasado, la yácata de la cruz, sitio ceremonial que pasó de ser lugar de prácticas rituales prehispánicas a ser sitio de culto católico, celebrándose ahí, hasta mediados de los ochenta, la misa del buen temporal el día de la Santa Cruz. Al principio, esa cruz fue de madera y se sustutuyó luego, por una de cemento, mirando al poniente como intentando abeazar la ciénega y sus labradores.


Al oriente de este viejo y ya seco ojo de agua, las yácatas de las calaveras quedan como testigos mudos que igual, vieron pasar los años preshispánicos, coloniales y revolucionarios de lo que en un tiempo fue lugar de paso de gente que se abastecía del venero en el que ahora, solo quedan dos añosos y solitarios sauces al lado de la vereda que pasaba a unos pasos de él, y al sur, el Rancho San Cristóbal y el camino viejo de la Manga que comunicaba el Molino del Cortijo con Tiríndaro y su Cofradía en tiempos coloniales.

Se ubica en lo de los Mejía, a un lado de la vereda que nos lleva a lo de humedad yendo a pie por la Manga; parece ser que perteneció, al igual que Porónguaro y San Cristóbal, a la primera sección de la Hacienda de Bellas Fuentes hasta aproximadamente 1897 aunque, según algunos datos asociados con el apellido Mexía, fue de los territorios que nunca pasó a manos de Bellas Fuentes y sus dueños, datan desde la época de Francisca Infante que fueron vecinos de San Cristóbal.

Seguro que todos recordamos a Doña Chuchita y su hija que vivieron de forma ermitaña en la falda poniente del mogote de las Calaveras en una pequeña choza de piedra.

Pata del Diablo
La pata del diablo se localiza al lado del camino que nos lleva a lo de Marzo y lo de Humedad.
El camino es viejo y en tiempos de la hacienda comunicaba al rancho de Los Jacales con el desaparecido Rancho San Cristóbal
Para ello, había una ruta que salía de este centro poblacional por las compuertas y se dirigía al Toril pasando por la orilla oriente del ecuaro de José García, camino cuyos vestigios podemos observar hasta la actualidadera la forma de llegar a la Manga donde pastoreaba el ganado de ha hacienda.

La roca está al otro lado de la cerca de la Alberca y es una piedra de aproximadamente un metro de altura por un poco menos de metro y medio de largo.

Lo curioso de esta piedra es la huella humana que vemos en su siperficie, dando la impresión de haber pisado alguien en ella y quedando marcada la la pisada de un pie descalzo de gran tamaño.

Al lado de esta pisada humana en la roca era visible la de una pezuña de cabra y una más de gallo; en la actualidad ya no es fácil observarlas.

Queda la pregunta del porqué está esa enorme huella humana ahí como si diera cuenta de la presencia de humanos gigantes, pero lo más obvio, es que fue labrada por habitantes de la rivera del antiguo lago como parte de un posible asentamiento cercano que consideraba al sitio de la Alberca como un lugar muy importante para ellos.

Existen algunos mitos contados por los abuelos.
《La Alberca era un venero muy grande y a veces se enojaba. 
Para aplacar su ira, era necesario mantenerla tranquila arojándole niños》

Esto no deja de ser solo un mito, pero lo que es verdad, es que en las excavaciones para ampliar la alberca ha dejado al descubierto esntre su lodo, segmentos cerámicos que en lo personal he encontrado, lo que prueba la presencia de actividad humana en el lugar.

Tal vez, si exploramos cuidadosamente los lugares inmediatamente cercanos o la elevación de al lado, pueda hallarse algo interesante.
La piedra vista al lado del camino y a la izquieda, se encuentra la cerca de la Alberca.

En la foto vemos un comparativo del tamaño de esta.
Los dedos de la huella no se apresian por el moho blanco y verde amarillento con el cual son cubierto. La foto fue tomada solo como recuerdo sin importar los detalles que requiere una publicación como esta.
Solo vemos el talón y en arco del pie.

El molino en nuestro rancho
Por los años 70 y 80 existieron 3 molinos que al final terminaron desapareciendo.
El de doña Enedina estaba situado entre las casas de Cristóbal y Rafael Díaz y su puerta daba al camino real.
Era un tipo de construcción similar a la de la caseta de bombeo de agua más vieja de nuestro rancho.
Al entrar a él era entrar a un sitio alargado hacia atrás, y adelante y a la izquierda, el molino estaba ahí, al principio mudo, y luego a partir de las cinco de la mañana, con un sonido característico e insesante que se mezclaba con las pláticas de las señoras y el sonido de las monedas al ser pagada la molienda.
A la derecha, unas tablas pegadas a la pared de ladrillo servían para colocar las cubetas que se iban desplazando calladas y pacientes su turno.

Un poco después de las cinco, un niño enfundado en una larga chamarra vieja de mangas arremangadas que lo cubría hasta las pantorrillas y lo tapaba del gélido frío de la madrugada entraba callado; colocaba su cubeta y salía en silencio, y despacía, igual que como había llegado, traspasando el camino real para buscar abrigo en la soledad del portal que servía de tendajón de José Acosta.
Se  acurrucaba sentado en una larga viga que servía de banca a los señores que socializaban cada tarde ahí, e intentaba que el sueño no lo venciera. Mientras tanto, la cubeta del nixtamal iba siendo desplazado por las señoras en el molino de doña Enedina, y Rosario, su hija, empujaba los granos de maíz poco a poco para ser convertidos en masa.

A veces, un hombre apasible y tranquilo hacía lo mismo y luego, fue ese hombre quien siguió haciendo lo mismo que el niño cuando ya muchacho desapareció del pueblo; fueron personajes de la historia de nuestro tierra que mucha gente aún recuerda.

El molino de Don Pedro
Sin duda que el molino de Don Pedro Arévalo trae imágenes imborrables para todos, no porque hayamos entrado en él -puesto que para los hombres es una especie de espacio prohibido- sino porque desde siempre, vimos los escalones que había qué subir para entrar a su puerta elevada.
Situado en el extremo norte del portal, era un gran cuarto de altas y frías paredes que tenía un poco al fondo la máquina que convertía el nixtamal de las señoras y un par de niños en masa.

Ese molino tuvo dos niños que, igual que el niño solitario del molino de doña Enedina, fueron invitados especiales de las circunstancias, conviertiendolos en personajes característicos de esos años.














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