MAESTROS DE NUESTRO RANCHO

La educación formal es inimaginable sin el maestro. 

El maestro, hasta hace poco, era visto - al igual que el sacerdote - como una persona respetable al que todo mundo acudía en busca de consejo; era una especie de autoridad moral a la que se respetaba.
En la actualidad eso se ha ido perdiendo de forma gradual al igual que se ha ido perdiendo también el respeto al sacerdote.

En nuestro pueblo hay recuerdos e historias asociadas a ellos y todos, por una u otra razón, tenemos recuerdos y respeto a los nuestros; los quisimos como una especie de padres no formales y aceptamos los regaños que nos dieron, como algo normal.
A finales de los años cuarenta y principios de los 50 el maestro Gil y su esposa Lucía fueron de esos maestros queridos y respetados y los que enseñaron a leer a nuestros padres.
La educación era muy distinta a como es ahora; la casa vieja hacía poco había dejado de ser el edificio más importante para los hacendados y ahora hacía de escuela primaria. 

Recién se había derrumbado el edificio más antiguo de nuestro rancho que se convirtió en escuela inmediatamente después del reparto agrario al expropiarse a Eduardo Laris Rubio. Al derrumbarse ese edificio original de la primer escuela que se llamó "plan de Ayala", la actual casa vieja pasó a ser la escuela del lugar.

Nuestros padres aprendieron a leer en "la escuela de abajo" y la "escuela de arriba", como ellos llamaban a esos dos edificios: eran los años del maestro Gil y su esposa.

Los años de esos dos primeros maestros fueron de coloquios donde los estudiantes hacían pastorelas y obras de teatro que se presentaban en el "asoleadero": eso tocó a nuestros pades de los años cuarenta y cincuenta.
Hasta principios de los años ochenta para ser maestro de primaria, bastaba solo terminar la educación secundaria. Hubo algunas personas de nuestro pueblo que fueron maestros de este tipo y dejaron de serlo cuando se les exigió preparación en una en escuela normal; otros lo siguieron siendo.

Aunque algunos de esos maestros  terminaron siendo desplazados por los nuevos profesores formados como tales en las normales rurales, otros siguieron impartiendo en las aulas; Leonardo Zavala fue uno de los que se retiraron de la enseñanza y otros como Jesús Lagunas y Fidel Reynoso, terminaron dando clases en las escuelas de nuestro pueblo; de ese tiempo fueron Avelino Ambriz y Gil García, el segundo, maestro en Bellas Fuentes.

Evangelina Arévalo y Héctor Alonso son sumamente conocidos por nosotros de esa etapa de transición: el segundo, activo aún como profesor de Comanja.

Para mediados de los años ochenta, cuando los de mi generación culminamos la educación secundaria, la única forma de ser maestro era estudiar en las escuelas normales y las normales rurales tomaron un papel preponderante en la formación de ellos en relación a las normales urbanas: la Escuela de Tiripetío para hombres y la de Arteaga para mujeres se hicieron icónicas y de ellas surgen Nicanor Juárez y Armida Zavala; otros compañeros de primaria y secundaria de esa generación quedan en el camino.


Jesús Jiménez y Elisa Ambriz Alonso fueron de los primeros maestros que estudiaron en la escuela normal.





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